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momento para aprender.

El poder ilimitado del Libro de Thoth

2.500 años a. de J. C, los egipcios conocían ya la escritura y componían libros. Estos libros se escribían en papiros. La palabra biblia, que quiere decir libro, se deriva del nombre del puerto libanes de Biblos, que era el principal puerto de exportación de rollos de papiro. En la literatura egipcia del 2500 a. de J. C, encontramos ya tratados de ciencia y de medicina, textos religiosos ¡e incluso obras de ciencia-ficción! Por ejemplo, el relato de las aventuras del faraón Snofru, padre de Keops, es una verdadera novela de anticipación, con extraordinarios inventos, monstruos y máquinas. Podría haber sido publicada en nuestros días.

Un portavoz serio y reconocido de los arqueólogos egipcios oficiales, Leonard Cottrell, escribió, en The Penguin books of lost worlds: «Algo ocurrió que, en un tiempo extraordinariamente corto, transformó el conglomerado de tribus semiárabes que vivían a orillas del Nilo en un Estado altamente civilizado que duró 3.000 años. En cuanto a la naturaleza de lo que sucedió, sólo podemos tratar de adivinarlo. Pero las pruebas arqueológicas nos proporcionaron numerosos indicios, y podemos esperar que futuros descubrimientos vengan a llenar las lagunas existentes.»

Toth es un personaje mitológico, más divino que humano, el cual, según todos los documentos egipcios que poseemos, fue anterior a Egipto. En el instante del nacimiento de la civilización egipcia, hay que suponer que los sacerdotes y los faraones poseían el Libro de Toth, que era, probablemente, un rollo o una serie de hojas que contenían todos los secretos de los diversos mundos y daban un poder considerable a sus poseedores.

La historia del libro de Thoth

El Libro de Toth debía de ser, pues, un papiro antiquísimo, copiado en secreto en sucesivas ocasiones, y cuya antigüedad se remontaría a 10.000 ó quizás a 20.000 años.

Pero fijémonos ante todo en el propio Toth. Éste es representado como un ser humano con cabeza de ibis. Tiene en la mano una pluma de caña y una paleta con la tinta que se utilizaba para escribir sobre pergamino. Sus otros dos símbolos son la luna y el mono. Según la tradición más antigua, inventó la escritura y actuó de secretario en todas las reuniones de los dioses.

Está asociado con la ciudad de Hermópolis, de la que sabemos muy poco, y con unos reinos subterráneos de los que aún sabemos menos. Más tarde, Toth será identificado con Hermes. Transmitió la escritura a la Humanidad y escribió un libro fundamental, el famoso Libro de Toth, el más antiguo de todos los libros antiguos, que contenía el secreto del poder ilimitado.

La primera alusión a este libro aparece en el papiro de Turis, descifrado y publicado en París, en 1868. Este papiro relata una conspiración mágica contra el Faraón, conspiración encaminada a aniquilarlo, junto con sus principales consejeros, por medio de hechizos practicados con figuritas de cera construidas a su imagen y semejanza. La represión fue terrible.

Cuarenta funcionarios y seis encumbradas damas de la Corte fueron condenados a muerte y ejecutados. Otros se suicidaron. Entonces, el libro de Toth fue quemado por primera vez.

Este libro reaparece más tarde en la historia de Egipto, en manos de Kanuas, hijo de Ramsés II. Por lo visto, éste poseía el original, escrito de puño y letra de Toth, y no por un escriba. Según los documentos, este libro enseñaba la manera de mirar al sol cara a cara. Confería poder sobre la tierra, el océano y los cuerpos celestes. Daba la facultad de interpretar los medios secretos utilizados por los animales para comunicarse entre ellos. Permitía resucitar los muertos y obrar a distancia. Todo esto nos lo refieren los documentos egipcios de la época.

Naturalmente, un libro como éste constituye un peligro insoportable. Kanuas quema el libro original, o pretende hacerlo. Como el mismo texto dice que el libro, nacido del fuego, es incombustible, el relato es contradictorio. Pero, si se produjo realmente esta «desaparición», la misma fue sólo provisional. El libro reaparece en las inscripciones de la «estela Metternich», llamada así porque fue regalada a Metternich por Mohamed Alí Bajá. Fue descubierta en 1828, y data del año 360 a. de J. C. A escala de la historia egipcia es, pues, un documento moderno. 

En todo caso, aparecen representados en esta estela más de trescientos dioses y, entre ellos, los dioses de los planetas que giran alrededor de otros astros. No invento nada: la mayoría de los descifradores modernos de la «estela Metternich» dicen que interesaría mucho a los autores de ciencia-ficción, El propio Toth anuncia, en esta estela, que hizo quemar su libro y que expulsó al demonio Set y a los siete señores del mal.

En el año 360 a. de J.C., el Libro de Toth es solemnemente destruido, Sin embargo, la historia no ha hecho más que empezar. A partir del año 300 a. de J. C, vemos aparecer de nuevo a Toth, identificado esta vez con Hermes Trismegisto, fundador de la alquimia. Todo mago que se respete, particularmente en Alejandría, alardea de poseer el Libro de Toth; pero este libro no aparece nunca: cada vez que un mago se jacta de poseerlo, un accidente pone fin a su carrera.

Entre principios del siglo I a. de J. C. y finales del II d. de J. C, aparecen numerosos libros que constituyen, en su conjunto, el Corpus hermeticum. A partir del siglo V, estos textos son coleccionados, y encontramos en ellos referencias al Libro de Toth, pero nunca una indicación precisa que permita encontrarlo. Los textos más célebres de esta serie son los titulados Asclepius, Koré Kosmou y Poimandres. Todos se refieren al libro de Toth, pero ninguno lo cita directamente, ni dice cómo puede consultarse.

Sin embargo, el Asclepius nos brinda extrañas imágenes del poder de las civilizaciones desaparecidas.

«Nuestros antepasados habían descubierto el arte de crear dioses. Construyeron estatuas, y, como no sabían crear almas, llamaron a los espíritus de los demonios y de los ángeles, y los introdujeron, gracias al misterio sagrado, en las imágenes de los dioses, de modo que estas estatuas recibieron el poder de hacer el bien y el mal.»

De este modo habrían sido creados los dioses egipcios y el propio Toth. Creados, ¿por quién? El texto no lo dice. Por la gran civilización que precedió a la de Egipto. Según el Asclepius, estos dioses estaban aún presentes y activos en tiempos de Cristo: «Viven en una gran ciudad de las montañas de Libia, pero no diré más.»

Este conjunto de escritos herméticos puede encontrarse principalmente en el Corpus hermeticum, publicado por «Nock et Festugière» (serie Budé, París, 1945-1954). Aun considerados como obras de ciencia-ficción, estos textos excitan vivamente la imaginación.

Sin duda alguna estos textos son los que propagaron el Libro de Toth. Éste aparece tan a menudo, desde el siglo V de la era Cristiana hasta nuestros días, que podemos preguntarnos cómo fue reproducido antes de la invención de la imprenta y de la fotografía. La Inquisición lo quemó al menos treinta veces, y se necesitaría todo un libro para enumerar los extraños accidentes sufridos por los que se jactaban de poseer el Libro de Toth. Sea lo que fuere, jamás ha sido visto impreso o reproducido de algún modo.

¿existe actualmente el libro de Thoth?

Encontramos referencias a este respecto en autores tan serios como C. Daly King, que alude a grupos contemporáneos que poseen y utilizan los secretos del Libro de Toth. La buena fe de C. Daly King pudo verse sorprendida en este punto particular. Escribe, sin embargo, que es imposible llegar a alcanzar la conciencia superior según el método egipcio con sólo el trabajo personal, y añade que sería sumamente peligroso efectuar un intento de esta naturaleza sin dirección adecuada. Esto podría tener las más graves consecuencias y, sobre todo, producir lesiones.

Según él, «sólo una organización de personas calificadas y eficaces puede enseñar esta técnica, y sólo en el seno de una organización de esta clase puede aplicarse la disciplina apropiada. Aconsejo al lector, con la máxima seriedad, que no se entregue solo a tales experiencias. Sin embargo, esta técnica constituye un medio práctico para la activación de la conciencia humana».

Si existe tal organización, debe poseer necesariamente el Libro de Toth, o lo que queda de él. Y, si los egipcios aplicaron al papiro las mismas técnicas de conservación que a las momias, no es en modo alguno absurdo pensar que un papiro pudiese conservarse hasta el siglo XIX, a partir de cuya época pudo ser fotografiado. A menos que la organización de que se trata conociese la fotografía mucho antes del siglo XIX, hipótesis que no debe descartarse. 

He aquí, según C. Daly King, un ejemplo de esta ciencia secreta: «En Egipto existían verdaderas escuelas, y la Gran Escuela, que enseñaba en las pirámides, era realmente importante. Su especialidad era el conocimiento objetivo, real, del universo real. Y una de las posibilidades que se ofrecían a los alumnos, gracias a un curso minuciosamente estudiado, era la de utilizar las funciones naturales, pero insospechadas, de su propio cuerpo para transformarlos, de seres subhumanos, como somos todos, en seres verdaderos.»

La Gran Escuela había perfeccionado una ciencia que nosotros no poseemos: la ciencia de la óptica psicológica. Esta ciencia permitía estudiar unos espejos que sólo reflejaban lo que había de malo en el rostro que se miraba en él. Este espejo recibía el nombre de ankh-en-maat, espejo de la verdad. El candidato que era admitido en la Gran Escuela no veía nada en el espejo, porque se había purificado hasta eliminar todo lo que tenía de malo. Este candidato era llamado Maestro del espejo puro.»

Todo esto hace que sintamos afán por saber más. Pero es comprensible que algunos piensen que la Humanidad no está preparada para recibir estos conocimientos, y que una organización de «Secta Secreta» haga todo lo posible por impedir la publicación del Libro de Toth.

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